
Allí tenían también un cuadro de la Duquesa de Alba, un tablao de Lola Flores y un rincón dedicado a Curro Romero. Por un momento parecía que estabas visitando las rotativas del “Hola”…
Tras ponernos los dientes largos con la planta embotelladora (había allí más botellas de las que somos capaces de bebernos en un fin de semana, que ya es decir), el guía nos enseñó “la gran bodega” y nos explicó una “teoría musical”:
Tú coges la uva, le miras el adn, conviertes la información en notas musicales y te sale una composición. Esa es la música idónea para cada uva. Gracias a ella va a evolucionar con mejor calidad. Yo de eso no entiendo porque soy de letras pero, ¿no sería más fácil preguntarle directamente a la uva qué música le gusta más?...
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